Miserials III. La revolución silenciosa

Andy Dufresne se escapó de la prisión de Shawshank. Lo único que encontraron fue su ropa de presidiario manchada de barro y un martillo de gemas prácticamente desgastado de tanto uso. Recuerdo que había pensado que un hombre tardaría 600 años en cavar un túnel en el muro con él. El viejo Andy lo hizo en menos de 20. A Andy le gustaba la geología… La geología es el estudio de la presión y del tiempo Eso es lo único que hace falta: presión y tiempo. Eso… y un poster bien grande.

“Red” (Cadena Perpetua)

“Las civilizaciones no mueren asesinadas, se suicidan” Arnold J. Toynbee

Comencé la primera entrega de Miserials con una cita de Simone de Beauvoir que me parece reflejar muy bien la situación actual de España, pero que en el caso de la sistemática pauperización y exclusión social de los jóvenes parece incluso groseramente precisa: “Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra”. A raíz de las dos anteriores entregas de Miserials, algunos me habéis preguntado “¿realmente nos estamos acostumbrando a esto? ¿Por qué no pasa nada?”. Supongo que los que os lo preguntáis tenéis en mente algún tipo de rebelión juvenil (o del conjunto de la sociedad en defensa de sus jóvenes ¿por que no?). La idea realmente no es nada descabellada, apenas unos meses tras los acontecimientos del 15M del 2012, el 73% de los españoles según datos del CIS, pensaban que el país estaba al borde de un estallido social. Si a día de hoy se hiciera una encuesta similar, lo más probable es que quienes siguen esperando algún tipo de rebelión, por lo menos por parte de los jóvenes, sean incluso menos que los que aun esperan a Godot.

¿Significa todo esto que no está pasando nada? En absoluto. Tenemos una idea bastante romántica (e ingenua) de lo que es una revolución: lanzamiento de adoquines, crismas abiertas, coches en llamas, mamporros a diestro y siniestro… Realmente, esas revoluciones explosivas sirven para muy poco fuera del campo de lo simbólico, en especial si por revolución entendemos un movimiento que socaba los pilares mismos de un sistema. Las revoluciones más efectivas de la historia no han sido las espectaculares y explosivas sino las que raramente salen en los medios, revoluciones geológicas que silenciosamente, de forma lenta pero inexorablemente, simplemente aplicando la suficiente presión y el tiempo suficiente, van corroyendo los cimientos sobre los que se levanta una sociedad hasta que esta, ya sin un pilar sólido que la sostenga, se viene abajo por su propio peso. Cuando le preguntaron a Jean Paul Sartre sobre las posibilidades de éxito de la revolución juvenil del 68, éste contestó que si no incluía a la clase trabajadora, las posibilidades se reducían a cero, ya que ésta era la única que realmente tenía algo que la sociedad necesitaba para poder seguir funcionando (cereales, pan, carne, hierro…), mientras que los jóvenes no tenían nada de todo eso. ¿Realmente es así? Si tenemos en mente una revolución explosiva que pretenda atravesar una barra de hierro en las ruedas del sistema y hacerlo descarrilar de inmediato, sin duda. Si por el contrario de lo que hablamos es de una revolución geológica, los jóvenes tienen en sus manos el producto más importante para hacer funcionar cualquier sociedad: su innovación, sus jubilaciones, sus hijos, dicho de otra forma: su futuro… casi nada.

Hace ya poco más de 20 años, mi futura directora de tesina en Heidelberg me recibía en su despacho con una amplia sonrisa. Le conté que me habían hablado muy bien de ella como experta en familia y que quería escribir sobre las causas y posibles consecuencias del bajísimo índice de natalidad en España, “uno de los más bajos del mundo que además… ” En ese momento me paró en seco con la mano y una sonrisilla condescendiente: “a ver, el planteamiento está bien, pero tampoco hace falta que exageres…” dijo, “España es un país con una natalidad bastante alta, siempre lo ha sido”. Como me habían advertido que fuera bien preparado a la entrevista, llevaba conmigo una gran carpeta a reventar de recortes de periódico y fotocopias que de inmediato extendí sobre su mesa. Al examinarlos, en silencio, aquella sonrisa condescendiente se fue desvaneciendo poco a poco hasta que se giró a mí y exclamó: “pero… ¡esto es te-rri-ble!”.

Gráfico 1. Índices de Natalidad en 8 países europeos (1950-2000)

Gráfico 1. Indices de Natalidad

Funte: Eurostat, (elaboración propia)

¿Qué era tan te-rri-ble hace ya más de veinte años? El brutal desplome de la natalidad en España, que como puede verse en el gráfico 1 pasa de ser un país con un índice de natalidad medio-alto, muy por encima desde luego de lo que los expertos llaman el umbral de reemplazo (2,1 hijos por mujer) a situarse en el último puesto de la UE en un tiempo record, con una pendiente considerablemente más acentuada que el resto de países sin presentar en el último decenio de siglo, a diferencia de bastantes de ellos, ni muestras de mejoría ni, por lo menos, de estabilización.

Pocos años después, en el año 2000, la ONU publicó un informe que recogía la gravedad de la situación y que, en opinión de muchos, daba ya por perdida para la mayoría de países (entre ellos España) la batalla por incentivar la natalidad, proponiendo directamente reemplazarla por cuotas mucho más elevadas de entrada de inmigrantes, personas jóvenes en su mayoría y con índices de natalidad más altos que el de la población autóctona (por lo menos la primera generación). En el caso concreto de España, con una cuota establecida de 30.000 por año en aquel momento, el informe calculaba que sería necesario un flujo migratorio diez veces superior para poder conseguir una ligera recuperación de la población a largo plazo. Esas cuotas, como era de esperar, nunca se alcanzaron, consiguiéndose una cierta estabilización de mínimos en los años de burbuja económica para comenzar a ser una vez más, ya entrada la crisis, un país de emigrantes. Entre 2008 hasta 2016, la situación se agrava: la acción conjunta de baja natalidad y de la emigración hace que España pierda entre esos años 2,6 millones de personas, con 2015 como año bisagra en el que por primera vez el número de muertes supera al de nacimientos, un número ya inferior incluso al registrado en plena guerra civil. A esta situación, y actualmente con 1,15 hijos por mujer, muy por debajo por lo tanto ya del umbral de reemplazo, los expertos le ha dado el nombre de “suicidio demográfico”. ¿Exagerado?

El fenómeno de la natalidad responde a la lógica de la acumulación exponencial típica de las avalanchas, me explico: con más de 35 años ya por debajo del umbral de reemplazo, el número de mujeres fértiles ha disminuido drásticamente, dada la pérdida de población precisamente en ese tramo de edad. Se produce, además, una interacción negativa entre la fertilidad deseada y la real, es decir, las expectativas de los padres a la hora de plantearse los hijos que desean tener se ajustan a la baja cuando lo normal en su entorno es o tener pocos o directamente ningún hijo. El efecto combinado de ambos mecanismos hace que la recuperación resulte ya prácticamente imposible, incluso contando con una inmigración con la que desde hace ya mucho no contamos, por lo que las proyecciones de población para los próximos 30-40 años son, simple y llanamente, desoladoras: a menos que ocurra algún tipo de milagro, ya a partir del año pasado, 2017, la población española descenderá ininterrumpidamente y lo hará por su base, es decir, con la sistemática desaparición de los jóvenes-adultos, jóvenes y niños, hasta que la así llamada pirámide poblacional (actualmente un botijo poblacional), quede totalmente invertida, como se aprecia en el gráfico siguiente. Al llegar al 2066, según las proyecciones del INE, uno de cada 5 españoles tendrá más de 80 años, habiendo perdido aproximadamente el 75% de los jóvenes de 20 a 40 años, convirtiéndonos así, ya por lo menos desde el 2050, en la sociedad más vieja del mundo junto con la de Japón, Corea del Sur y Alemania.

Gráfico 2. Proyecciones de población España (2009-2049)

Fuente: INE. Proyecciones de población 2016-2066 (https://goo.gl/xUZeeJ)

¡Pero atención! ¿Y si estas proyecciones pecasen de optimistas?. Si, has leído bien, optimistas… ¿puede ser? Todas o casi todas las proyecciones están basadas bien en los datos del INE bien en el uso que de ellos hacen organismos internacionales. El INE es un organismo bastante serio, pero a veces incluso los más serios invisibilizan ciertas realidades haciendo una criba más fina o más gruesa de los datos y este es el caso de los que se refieren a la emigración española, como repetidamente denuncia desde hace años la Marea Granate. No es que los datos del INE pinten precisamente una realidad de color de rosa, reportando pérdidas anuales equivalentes a ciudades como Soria desde el comienzo de la crisis y un saldo negativo aún en la primera mitad del 2017, la mayoría jóvenes (y en edad fértil), pero este organismo sigue sin tener en cuenta los Españoles Residentes Temporales en el Extranjero (ERTA), y sin contar que no todo el mundo que se marcha se registra en las oficinas diplomáticas, por lo que resulta innegablemente sesgado. El año pasado, por ejemplo, Marea Granate realizó una demostración de este desajuste comparando los datos del INE para Reino Unido e Irlanda con los registrados en aquellos países para tener derecho a trabajo y asistencia sanitaria, constatando que las cifras eran tres veces superiores en el primer caso y cinco en el segundo. Es también alarmante, en este sentido, que según un estudio del Centro Reina Sofía del año pasado, supuestamente ya instalados en la recuperación económica, nada más y nada menos que un 39% de los jóvenes consideren que es bastante o muy probable “tener que marcharse al extranjero a trabajar” .

“Bueno”, pensará más de un lector “¿y qué? ¿tiene necesariamente el envejecimiento de la población que ser tan malo? Los viejecitos son gente maravillosa”. Totalmente cierto, pero por desgracia la inversión de la pirámide poblacional viene asociada a toda una serie de efectos negativos en todos los niveles, según los expertos. No habrá que esperar además al 2066, la mayoría los sentiremos antes del 2050 incluso, algunos de hecho los estamos empezando a sufrir ya. “La consecuencia final es la extinción”, afirma Alejandro Macarrón, uno de los mayores expertos en demografía de España y autor del libro El suicidio demográfico en España, “pero antes vendrá un largo periodo de agonía”. ¿En qué consistirá ese periodo? Sintetizo mucho:

  • La economía se resentirá considerablemente: El crecimiento económico sin crecimiento demográfico es una quimera, más gente significa más personas trabajando, invirtiendo, creando riqueza y consumiendo.
  • Se perderá gran parte de la innovación asociada históricamente a la juventud, especialmente cuando, a diferencia de los años sesenta, los emigrados son jóvenes con altísima preparación, entre ellos muchos investigadores que tienen que huir de un país en el que ni el gobierno, ni las empresas invierten en I+D . Desde el comienzo de la crisis, y de esto también hemos tenido que enterarnos por datos externos, España lleva perdidos 12.000 investigadores
  • La Tasa de Dependencia, es decir, el porcentaje de jubilados en relación a la población activa, actualmente del 26%, se incrementará hasta el 41% en el 2031 y hasta el 65% en el 2066 o dicho de otra forma: habrá dos jubilados por cada tres activos, lo que hará necesario una presión fiscal sencillamente descabellada para los jóvenes, convirtiéndonos ya en el 2050 en el segundo país después de Japón con mayor presión para pagar las pensiones según la OCDE.
  • Las viviendas, la fuente más importante de acumulación de riqueza desde los años 50 en España, perderán hasta el 75% de su valor, según el Banco Internacional de Pagos al ir creciendo paulatinamente la oferta frente a la demanda.
  • Aumentará considerablemente, además, el número de personas solas, sin padres, ni hermanos ni ningún tipo de familia extensa, un grave problema ya en bastantes países de nuestro entorno hasta el punto de haberse creado ya en Inglaterra un Ministerio de la Soledad dedicado específicamente a él. En España, actualmente, se calcula que ya viven 4,5 millones de personas solas y que el 75% de ellas sufren soledad.
  • Todo lo anterior, como es lógico, repercutirá a su vez tanto en el deseo de emigrar de los más jóvenes como en su deseo de tener hijos. Una frase muy repetida en demografía es la de que “el mejor anticonceptivo es la riqueza”… y es cierto, pero hay otro factor tan importante como éste: el pesimismo. ¿quién quiere tener hijos en un país con un futuro socioeconómico tan oscuro?

 

La culpa de todo esto la tienen, como es bien sabido, las tostadas con aguacate, ¿qué si no?… Eso es por lo menos lo que recientemente ha dicho un multimillonario australiano, Tim Gurner, que ha lanzado una dura advertencia a los jóvenes del mundo entero: si queréis formar una vida, con casa propia, lo primero que tenéis que hacer es dejar de comer caras tostadas con aguacate… ¡Brillante! Como también lo son otras explicaciones que se ceban con los jóvenes, unos egoístas sin valores que… Puede ser que todo eso, incluida la tostada con aguacate, tenga algo que ver, pero para una pareja de jóvenes en paro o miseuristas formar una familia es simplemente un lujo… especialmente, y esta es la grandísima diferencia con épocas pasadas, cuando incluso teniendo un trabajo no saben si lo tendrán al mes que viene gracias a ese encantador eufemismo de la flexibilidad laboral, o cuando, en el caso de ella, es consciente de que su primer hijo caerá sobre su salario y su empleabilidad como una losa de cien kilos. Si un joven sabe que va a cobrar este mes 700 euros pero no tiene ni idea de si trabajará o no al siguiente, se comprará una chaqueta vaquera, unas zapatillas chulas, puede incluso que se coma una tostada de aguacate… pero no invertirá en un futuro que nadie le garantiza ni siquiera, a veces, para el mes siguiente. La chaqueta vaquera puede incluso devolverla a la tienda o revenderla si fuese necesario… un hijo no.

De todas formas todo esto realmente ¿a quién le importa? La falta de inversión en Industria e I+D, al 0,2% de los españoles, según el último barómetro del CIS; la emigración al 0,3%, la reforma laboral al 0,1%; los “problemas relacionados con la juventud”, así, en abstracto, al 2%. Y la cuestión demográfica… ya ni se pregunta en los barómetros ¡desde hace años!. Porque para que algo importe primero hay que poder verlo y si en algo coinciden todos los expertos en demografía es que nadie esta interesado en mostrar una realidad así y sí más bien en hacer lo posible por ocultarla. ¿Cómo se hace eso? Fácil, igual que con la gran mayoría de los problemas de este país, ¡con un poster bien grande!: una doble página de cualquier diario deportivo ya tapa mucho, un programa de cocina tradicional a medio día, otro de cocina contemporánea por la tarde y otro de cocina futurisco-deconstruida por la noche, también; pero si de lo poco que ya queda de informativo se habla del frío los días de frio, del calor los de calor y de algún país lejano malísimo del que ya sabemos mucho más que del nuestro… ¡hecho! todos los problemas reales tapados y bien tapados. Como, acorde con el espíritu buenrollista de la posmodernidad mindfullness, esta muy feo terminar un artículo así tan de bajón, hecho mano para ello de una cita de Alejandro Macarrón para arrojar por lo menos un rayito de esperanza: “el suicidio demográfico también tiene sus ventajas”, nos dice el autor, “solucionaría el paro, la corrupción, la delincuencia… en los cementerios”, termina, “no hay nada de eso.”

¿Puede haber, tal y como al principio la hemos definido, una revolución más efectiva que esta?

 

Autor: Juan María González-Anleo