Rompiendo moldes

El informe publicado por la ONG Oxfam titulado “Rompiendo Moldes” analiza las normas sociales que se encuentran en las raíces de la violencia contra las mujeres en ocho países de América Latina y Caribe. Con ello, la organización busca visibilizar una problemática latente que reproduce creencias y comportamientos, especialmente entre las y los jóvenes de la región.

El informe aporta tendencias regionales y ofrece un análisis comparativo entre Bolivia, Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Para el levantamiento de información se realizaron 4731 encuestas a mujeres y hombres jóvenes, de 15 a 25 años, entre marzo y abril de 2017, junto con las reflexiones promovidas en 47 grupos focales y 49 entrevistas en profundidad realizadas entre junio y julio de 2017.

 

Principales resultados

Para el análisis y la presentación de resultados (contenidos en el capítulo 3) se utiliza la metáfora de los espejos: Deformantes, Con aumento y Desgastados.

Los espejos deformantes: “hacen referencia a aquellas creencias y comportamientos que distorsionan las relaciones entre hombres y mujeres, en los que la virilidad masculina se asume como el atributo central de la masculinidad hegemónica”.

La circunstancia anterior parece evidente cuando más del 80% de las mujeres y hombres de entre 15 y 25 años opinan que “Los hombres tienen mayor deseo sexual que las mujeres” o que “Los hombres pueden tener relaciones sexuales con quienes quieran, mientras que las mujeres no”. Quizás el dato sobre el que es necesario poner más énfasis, es el que se refiere a la afirmación de que “Las mujeres se hacen las difíciles, dicen NO, pero en realidad quieren decir SI” apoyada por el 45% de las mujeres y el 65% de los hombres jóvenes entre los 15 y los 19 años. Este dato se eleva al 80% para el caso de las mujeres cubanas y al 60% para las dominicanas.

Los espejos con aumento: “son aquellos que se traducen en vigilancia permanente para controlar los cuerpos de las mujeres. Su existencia hace que se asuma que se debe controlar cómo y con quién se relacionan las mujeres, cómo se deben vestir, etc.”

A este respecto, la creencia personal de que “No es violencia revisar el celular de sus parejas” es relativamente baja, especialmente entre las mujeres (solo en torno al 10% apoyarían esta afirmación), siendo los hombres entre los 15 y los 19 años los que en mayor medida piensan así (44%). La cosa cambia cuando se les pregunta si creen que sus amigos revisan las redes y los celulares de sus parejas, los porcentajes ascienden entorno al 80% para los hombres y al 60% para las mujeres.

Los espejos desgastados: “son los que refuerzan creencias que normalizan determinadas violencias, que explotan los tiempos y capacidades de las mujeres e insisten en presentar los aportes de las mujeres como algo secundario”.

En este sentido, el 56% de los hombres entre los 15 y los 19 años opina que “Es mejor que el hombre sea el sustento de la familia y la mujer cuide de las y los hijos” y el 46% que “En caso de despedir a alguien es mejor mantener el trabajo del hombre porque ellos normalmente sostienen el hogar/familia”, los porcentajes bajan para las mujeres al 34% y al 25% respectivamente.

Con respecto a las razones que llevan a las mujeres a aguantar la violencia, hay bastante acuerdo entre ambos géneros: Aguantan por sus hijos (80%); La amenaza con matarla (63%) y depende económicamente (59%).

Finalmente, tal y como apuntan las autoras, los datos de este informe indican enormes desafíos, pero también identifican vías de re-significación de las creencias y comportamientos que producen, reproducen y profundizan las violencias contra las mujeres.

  • 8 de cada 10 mujeres y hombres jóvenes: creen que las violencias contra las mujeres son producto de las enormes desigualdades de género que vivimos en la región.
  • 7 de cada 10 creen que la violencia contra las mujeres es un problema grave y que las autoridades deberían hacer algo.

Atendiendo a esto, Oxfam identifica el desafío urgente de que los jóvenes asuman un rol protagónico en la transformación de los imaginarios y normas sociales que alimentan la violencia machista: modificando discursos, empujando acciones sostenidas y consiguiendo que personas de diversos sectores se sientan comprometidas con este llamado. Todo ello, sin negar la importancia de la actividad procesal y punitiva en casos de violencia contra las mujeres.

 

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